Todavía suenan recientes las palabras de Soraya Sáenz de Santamaría tras el accidente de Barajas: "Acosar al gobierno con esta tragedia nos alejaría de nuestro objetivo de conocer la verdad. Y no es el momento de anticipar conclusiones sobre las causas del accidente, ni imputar precipitadamente la responsabilidad a nadie". Todo lo contrario de lo que ha sucedido. Cuando la portavoz popular en el Congreso pronunciaba estas palabras, los satélites mediáticos de su partido -más o menos asilvestrados- ya habían cargado con el Gobierno y, en especial, contra uno de sus peores demonios: mujer y andaluza, la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez.
De las burlas sobre la ministra y sus vacaciones en la playa, medios como COPE o Libertad Digital pasaron a centrar su atención en las respuestas y comparecencias de la titular de Fomento en relación con la muerte de 154 personas en el accidente del MD-82 de Spanair. Con el "trabajo sucio" ya hecho, pasó poco tiempo hasta que algunos diputados populares comenzaran a hacer uso político del accidente en el Parlamento. Fueron los parlamentarios Andrés Ayala y Carmen Guerra los que llevaron a cabo la estrategia de acoso y derribo en el Congreso, como en la anterior legislatura.
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